Sentado en una banca de un parque, en una fría y lluviosa noche de invierno, está sentado él, viendo las gotas caer, las luces amarillas de los carros que pasan por ahí, y una que otra persona caminando apurada para no mojarse. Sonríe. Sabe que todo ésto es algo temporal, como aquella lluvia, como aquella fría estación del año.
Se pregunta cómo llegó a pasar todo, pero lo que es cierto, es que sin darse cuenta ocurrió. No sabe por qué en ese momento, no sabe por qué ella, nunca se esperó que fuera ella, bueno, ella menos se lo esperaba. En ese momento, empieza a recordar viejos tiempos, cuando le ocurrió lo mismo. Un suspiro, otra sonrisa, aquellas épocas. Regresa al presente y se pregunta por qué no puede ser como antes, por qué no puede lidiar con ello como lo hacía antes. No es lo mismo, la situación es diferente, todo es diferente ahora.
Un pequeño sonido lo desconcentra, mira a su derecha, un perro estaba buscando algo para comer, para poder resistir la noche. Se le acerca al chico, y lo mira como pidiéndole algo para poder deborar, él busca en el bolsillo de su casaca, un paquete de galletas sin terminar, se alegra un poco, y le da una al can, que se ve más contento que él. Luego, mira la envoltura y se da cuenta que un día compró un paquete de la misma marca, aquel día que le dijo todo a ella, y quizás el comienzo de su invierno.
Recuerda ese momento, estaban los dos solos, era en ese momento, no encontraría otro igual. Se armó de valor y le dijo la verdad, nervioso y con la mente nublada, sin poder mirarla, y es que, hace mucho tiempo que no decía algo parecido. Ella escucha, no dice nada, solo afirma de vez en cuando, no esperaba escuchar eso en un momento así, y mucho menos, escucharlo de él. Termina de hablar y ella responde, él sabía muy bien que esa respuesta no iba a tener un "sí" o un "yo también" de por medio, pero se esperaba algo peor, y se sintió un poco aliviado.
El perro se recostó al costado de la banca, parece cansado, y se le nota el frío, su cuerpo tirita. El chico se acerca y pone sus piernas cerca para tratar de abrigarlo. Sigue pensando, se pregunta si estuvo bien lo que hizo, no sabe la respuesta, pero desde aquel momento las cosas fueron un tanto diferentes, o al menos así lo veía él. Analizó las cosas desde ese día, y se dio cuenta de algo, lo que sentía se hacía más fuerte, pero no sabía que hacer, quizás era un gran problema, o quizás estaba ahogándose en un vaso con agua, tampoco lo sabía.
Pero es ahí donde aparece ella en su cabeza, se acuerda de los momentos que pasaron y como un día cambiaron, se acordaba de su sonrisa, que sonrisa, era tan bonita, realmente única. Se imagina diciéndole muchas cosas, cosas que en la realidad, no podría decirle, y que tiene que cubrir con una manta llena de temas cotidianos. Le duele saber que no tiene el valor de hacerlo, que la confusión y su orgullo le impiden hacerlo. Baja la cabeza. Se pregunta por qué no puede, ya lo hizo una vez, pero no era el mismo chico de antes. Aún así tiene que hacer algo al respecto, en el camino encontrará algo. Una luz de esperanza aparece, no sabe cuál será el resultado, pero sabe que tiene que seguir adelante, con la mirada hacia el frente, ya que la lluvia no es eterna y después del frío invierno llega la primavera.
Siente un movimiento debajo de sus piernas, es el perro que se acaba de levantar. Se sacude un poco y mira al chico por unos segundos, luego empieza a caminar, sigue su camino debajo de la lluvia, da vuelta a la esquina y se pierde de vista. Él revisa su celular, ya es hora de regresar a casa, se para y, casi mágicamente, cesa la lluvia, vuelve a sonreír, que irónico. Se dirige a su casa, entra a su cuarto y se acuesta, fue suficiente por un día.
Al día siguiente, una pequeña luz entra por un hueco dejado por las cortinas y le cae directamente a los ojos, se despierta y medio adormilado se levanta para mirar por la ventana. Su expresión cambió al ver a través del cristal. El sol había salido.
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